Máscara

Parte esencial de la rutina de belleza semanal, la mascarilla facial es un clásico que todavía se utiliza demasiado poco y se aplica correctamente.

Es un error creer que una mascarilla sólo sirve para reducir los poros abiertos (lo cual depende del tipo de piel y de la temperatura a la que se lave), pero en realidad es un producto de cuidado de la piel en sí mismo. Nutritiva, purificante, reafirmante y calmante, la mascarilla se adapta a tu piel y a sus necesidades, y se presenta en multitud de gamas que utilizan aceites esenciales, arcilla mineral y otros productos naturales.

De hecho, no hay que dudar en tener varios tipos de mascarilla en casa. Una que se adapte a tus necesidades en cada momento. Por ejemplo, después de las fiestas, optar por una serie de mascarillas más bien astringentes con un toque de agua termal y aceites para relajar un poco la piel será excelente para sanear un cutis muy castigado por los excesos.

Ten en cuenta que debes evitar utilizar más de una mascarilla a la semana (al igual que debes evitar utilizar más de un exfoliante a la semana), ya que tu piel no está diseñada para soportar tanto estrés. Sea cual sea la fecha de tu ritual, debe aplicarse después de lavarte la cara (a veces después de exfoliarte, según lo que quieras hacer) y, por supuesto, sobre la piel limpia.

Vigila siempre cómo se comporta tu piel. Puede que te pida una mascarilla nutritiva de miel o un gel reafirmante. Siempre debe ser un momento de dulzura para tu rostro, un momento de cuidado agradable y delicado. Date un capricho.