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Colorete

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Para devolver un poco de luminosidad a tu rostro, el colorete -o rubor, como prefieras llamarlo- es esencial para conseguir un cutis impecable y natural. Porque una vez aplicada la base de maquillaje, una vez igualada la tez, es necesario añadir un poco de luminosidad, un poco de relieve.

Para eso está el colorete: para redefinir los contornos del rostro, para resaltar las mejillas, para levantar los pómulos y darles un aspecto fresco y primaveral. El colorete, a menudo rosado para dar ese toque de "ánimo", está disponible en una amplia gama de tonos, y cada vez son más las mujeres que utilizan coloretes más oscuros para dar profundidad a las mejillas y resaltar la línea de la mandíbula.

En cuanto a las texturas, una vez más dependerá de tus preferencias, pero también del efecto deseado. Por ejemplo, los coloretes iridiscentes se utilizan mejor por la noche para dar resplandor al rostro (lo que funciona muy bien con luz artificial). En cambio, si quieres un maquillaje nude, opta por las texturas en gel, teniendo cuidado de no añadir polvos después.

¿Y cómo se aplica? ¿Con la yema de los dedos o con una brocha? Eso dependerá de tu destreza y de lo acostumbrada que estés. La brocha es más sencilla y cubre zonas más amplias, pero el dedo resulta más natural si dominas la técnica. En ambos casos, te aconsejamos que sigas esta sencilla técnica: ¡sonríe!

El colorete está para dar alegría a tu rostro y, para aplicarlo, tienes que empezar por sonreír. Esto resaltará tus pómulos y facilitará la aplicación del producto.

Si quieres, puedes seguir sonriendo después, ya que también es ideal para iluminar el rostro.